27/10/09

El mojito

Con el sol entre los dedos se puso a tomar notas de lo que aquella música cubana y su presencia le había producido. Solo el vaso con el mojito daba sombra a su pequeña libreta.

Al llegar le pidió “lo de siempre”, y sus ojillos rasgados y de un verde cautivador le sonrieron proponiéndole un cambio.

- Te invito a un mojito.

- ¿A estas horas?

- Cualquier hora es buena, ya verás, déjate llevar.

- Pues venga…

Esperó en la barra para ahorrarle el rodeo y pensando dónde la podría llevar aquella propuesta. Estaba a un paso de su mesa habitual. Cuando el cubano le dio la espalda y se inclinó un poco hacia delante, fueron sus ojos los que sonrieron. El talle bajo del pantalón dejaba ver un camino hacia profundidades prometedoras entre unos musculosos y prietos glúteos. Se imaginó extrapolando el resto de aquel cuerpo de piel morena y suave a la vista, y se preguntó porqué la suerte o la vida no la había llevado a tener a mano un cuerpo como aquel, sus amores siempre le salieron chaparritos, sí es que es verdad que el amor es ciego, pensó. Y a sus años había perdido toda esperanza ya, pero al servirle la copa sus dedos se rozaron y ambos rieron mirándose a los ojos.

- Ya me dirás- la dijo

- Ya te diré. ¿Por qué no me acompañas?

- No puedo, miamol, estoy trabajando.

- Yo también, venga hombre…

Y sirviéndose una cerveza se sentó frente a ella.

- Ep, y el mojito? Va, yo te invito, jajaja.

- Jajaja, no, yo solo bebo por la noche, hay más ambiente y música rica rica.

- Mírale! ¿No era buena cualquier hora?

- Para ti sí, ya verás.

- Vamos allá. -Y paladeó despacio el licor sin dejar de mirarle.

Brindaron y comenzaron a charlar de cosas banales o no…. Ella le contó su amor por todo lo cubano… o casi todo.

- ¿Cómo va el mojito?

- Buenísimo.. ¿A qué hora lo tomas tú?. Ves, ya me estoy dejando llevar.- Dijo acercándose a su cara con el mentón levemente levantado y la copa en la mano. Y sonrieron en una complicidad voluptuosa. Aquella sonrisa morena la volvía loca.

- Ven esta noche, sobre las 11, en el sótano bailamos salsa.- Y se fue.

Al quedarse sola con el sabor de la menta fresca en su boca, fantaseó mirando al exterior que quizá no estaba todo perdido, que la senectud estaba lejos todavía.

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