2/11/09

Desconociéndose

Notaba como el sol de marzo me calentaba la espalda. Por fin, en un día sin viento, se podía estar en la terraza del bar donde desayuno. Como el ruido, aunque considerable, era ambiental no me molestaba para leer mientras tomaba mi capuccino. De pronto vi como retiraban la silla de al lado:
-¿Molesto?
Levanté la vista. Era un hombre maduro y de apariencia agradable. Le dije que no si estaba en silencio, que estaba leyendo. Gracias, me dijo, no la distraeré. Y se sentó. Miré a mi alrededor, había una mesa libre no sé porqué había hecho eso pero no me atreví a preguntar. Le pidió un cortado a Rosana y sacando su pipa, empezó con el rito de llenarla. Ya me empezaba a distraer, pensé,¡joder!.

-Perdón, le molesta que fume?- dijo.
-No no. El olor de la pipa no me molesta, al contrario. El de los cigarros sí.
-A mucha gente le pasa. Y eso que uso el tabaco más barato.
-Pues huele bien. Yo tengo la teoría, y no se ofenda, que la pipa y los puros los fuman los que tienen alguna carencia afectiva y quieren suplirla chupando eso, porque no se suelen tragar el humo no?.
-Vaya, no me diga que me va a psicoanalizar. No sé, lo que le puedo decir es que me alivia en muchas situaciones, de sueño, de estrés, de hambre.
-Bueno, no dejan de ser carencias. Perdone, sigo leyendo.
-Ah si, perdón.

Aunque dejó de hablar ya me arrepentía de haberle dicho que se podía sentar, y encima le doy conversación, si es que soy tonta ¿Por qué habíamos hecho eso? Él queriendo compartir mesa con una desconocida y yo dejarle. Con lo que estaba disfrutando de la lectura.

Intenté volver a concentrarme en el libro pero leía dos líneas y no me enteraba de nada, hasta el olor al tabaco me distraía. Empezó a tomar el cortado cuando emitió un reniego y retiró la taza, unas gotas del cortado le mancharon el pantalón vaquero. Se había quemado. Sonreí para mis adentros. Le acerqué unas servilletas de la mesa que estaba a mi lado.

-A mi tampoco me gusta demasiado caliente, la lengua te queda como de trapo.
-Sí y luego no notas el gusto a nada. Gracias. Se me olvidó pedirlo con leche fría. Perdone, la he vuelto a distraer.
-Es igual tampoco me puedo concentrar y además me tengo que ir ya. Una pregunta.
-Diga.
-¿Por qué ha querido sentarse aquí habiendo esa mesa?
-Bueno, verá, es que hace días que la veo dentro del bar, leyendo o charlando con Rosana o José y tiene usted una sonrisa preciosa. Tenía curiosidad, nada más.
Le miré confundida.
-Uy, gracias, no me di cuenta que nadie me mirase y eso se nota.
-Oí que hablaba de pintura y de una exposición ¿en el bar? No me atrevía a decirle nada. ¿Usted pinta?
-Si, José me ha ofrecido la parte de abajo, el pub, para exponer pero no veo mis pinturas aquí.
-¿Por qué? Si él las ha visto y se lo ofrece por algo será.
- No sé, además ahora estoy preparando otra fuera de Barcelona. Perdone pero tengo que irme, mi media hora de desayuno ha terminado hace un ratito ya.
Y me levanté a pagar. Él hizo otro tanto tras de mí y al salir del bar nuestros cuerpos chocaron. Nos pedimos disculpas mutuamente, azorada yo, olía muy bien. Sonreímos al cruzarse nuestras miradas.

-¿Va lejos? ¿Le importa que la acompañe?
-No hace falta voy aquí la lado, ya le dije que estoy trabajando.
-No, no me lo dijo exactamente.
Me hice la sorda, si pretendía saber dónde trabajaba lo tenía claro.
Y seguí caminando deprisa, realmente iba tarde. Y él a mi lado. Ambos en silencio. Al llegar a la esquina y parados en el semáforo me dijo:
-Bueno yo giro por aquí.
-Yo sigo recto.
- Encantado, me llamo Alberto. -Y me besó en los labios. Su beso me supo a caramelo, y se lo devolví.
-Yo Vicky. -Y nos rozamos los dedos. Sonreímos. Le seguí con la mirada mientras se alejaba. Se giró y me hizo un guiño. Aquel conjunto le sentaba muy bien. Menos mal que esta vez había dejado que lo eligiera yo, es un desastre para la ropa.

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